por muy fuerte que seas, puedes tropezar y abrirte la cabeza con una piedra-Kakashi, de Raruto

¡Bienbenidos al cubil! Ignorar los huesos de gamusino y el olor a
bicho peludo. Gracias
por por escuchar a una ¿Humilde? raposa.



martes, 1 de marzo de 2011

Alas de mariposa

Ya os había mencionado que soy aficionada a leer libros, y cómics, y también a escribir y dibujar, y que pensaba publicar alguno de mis escritos en esta página. Pues bien: he aquí uno de los últimos textos que escribí.
No constamas que de un capítulo, así que se supoe que podemos calificarlo de "Oneshot", cosa poco común tratándose de mí, dado que normalmente, todas mis historias aspiran a una segunda parte. (por no mencionar posiblemente una tercera, cuarta...decimoquinteplésima...) De hecho, sospecho que esta podría ser, si no el único, el primero de una corta lista de Oneshots.
El primer manuscrito ocupaba, con mala y enorme letra, un folio por las dos caras, y fué una petición de mi profesora para mi primer día de clase en 4º de eso. La versión que os dejo aquí se envió a un certamen qu supuestamente "Publicaría los resultados antes de fin de año, además del resto de las historias, aún que no recibiesen premio". Ahora, a 1 de Marzo del año siguiente y sin noticia alguna os dejo el texto que bauticé como:
                                                      "Alas de mariposa"

Prólogo de la autora:
Vivimos el ciclo del día y la noche dándole cierto dramatismo: Para nosotros, el día es brillante, iluminado, y nos evoca cierta seguridad y felicidad; y cuando se hace de noche decimos que el sol se va, o se esconde. Nos parece que vienen unas horas de oscuridad y, con ella, cierta incertidumbre, y que hay que esperar, pacientemente, a que vuelva el sol, y con él, la luz, simbolizando la esperanza. Pero, en cierto modo, no es así.
¡El sol está ahí! Siempre ha estado ahí y, de hecho, no efectúa ningún movimiento de traslación, ni siquiera de rotación: es la tierra la que se mueve, asegurándonos los días y las noches, las estaciones, y con ellas, la posibilidad de albergar vida en ella. Igual que el sol no se ha ido en ningún momento, (siempre está ahí, aún que no lo parezca) junto con la esperanza que representa, debemos tener en cuenta esto, y vivir también las noches con felicidad, agradeciendo que, gracias a que el sol queda fuera de nuestra vista, podemos ver amaneceres y atardeceres, estrellas y auroras, la luna, y con ella, soñar con lo que nos evoca, a su manera, igual que el sol.
                                        

Raúl suspiró profundamente respirando el humo de su puro abano, y expulsó una bocanada gris, con olor a tabaco. Jerry, sentado junto a él se le había quedado mirando solo para ver su expresión de profundo placer: llevaba todo el día diciendo <en cuanto tenga un momento, me fumaré una caladita…en cuanto tenga un momento, me fumaré una caladita…¿sabes lo que haré en cuanto nos dejen un segundo en paz? Fumarme una caladita…eso si es placer>

Raúl miró a Jerry y sonrió, con expresión de <Te lo dije>, haciendo que sus blanquísimos dientes contrastasen con su piel color chocolate, que en aquella oscuridad se había vuelto de verdad negra. Su amigo se echó a reír, y luego se giró a mirar a sus compañeros. Sarah, una mujer de pelo corto, alocado y negro, con ojos color café, sonrió también, y recitó una especie de enseña que Raúl y Jerry se decían el uno al otro antes de chocar los puños, cada vez que tocaba <trabajar>

-¿Qué placer importa mas en la guerra que el tabaco, el sexo y la sangre?

La risa de Marcos, sentado no muy lejos de ella coreó sus palabras.- Tu de sexo sabes mucho, ¿No?- El chiste fue bien recibido.

- Chicos- Fran asomó la cabeza y se dejó ver; estaba serio, como de costumbre. Raúl, Jerry y los demás pensaban que exageraba, y a menudo bromeaban con él.- Es la hora- Dijo.

Tocaba salir. -¡¡Es la hora!! ¿Cuál es el placer en la guerra?

-¡¡Sexo tabaco y sangre!!- exclamó con euforia Raúl antes de que ambos se dieran el uno al otro un puñetazo fuerte pero amistoso en el pecho…y salieron a tierra de nadie.
Hacía poco que había anochecido. La poca luz que quedaba en el cielo quedaba casi vencida por las nubes encapotadas y grises. No muy lejos se escuchaban los disparos sordos y penetrantes de una metralla y más lejos gritos de compañeros y enemigos. El enemigo. Eso era lo único que Raúl y Jerry tenían en mente. A menudo apostaban por quien alcanzaba a mas con su puntería, se reían de sus gritos ahogados, de sus posturas al caer…<Mucho hablar de paz, pero la guerra nos hace sentir más vivos> Bromeó una vez Sarah, justo antes de abrir fuego con una metralla, coreada por sus compañeros, y quedando como una heroína de película americana. <¡La sangre te hace sexy!> le gritó Raúl, con lo cual más tarde se había ganado un morreo.

Estaban entrenados para moverse rápido, en fila de uno, justo como lo hacían ahora. Jerry no se había abrochado el casco. Lo sentía golpeteando incansable su cabeza al igual que la mochila, al ritmo de sus pasos. Él iba el primero, con Sarah justo detrás.

El cansancio, el peso del uniforme, las armas, el sonido profundo y ensordecedor de una metralla, no muy lejos y el resto de sensaciones que les brindaba el campo de batalla en la oscuridad…todo aquello era, a sus ojos, como una excitante película de terror, donde disfrutaba cada detalle, cada salpicón de sangre…

Pasaron a buen ritmo por encima de un cadáver. Estaba acostumbrado a ellos; solo deseó sin siquiera fijarse en él que fuera del bando enemigo…

…Fran pisó una mina.

Jerry no fue consciente de ello. El ruido fue ensordecedor. El suelo retumbó, y todo a su alrededor se volvió borroso y confuso, en una cruel y sucia escala de grises y rojos polvorientos, vio cómo el mundo se inclinaba a su alrededor, casi a cámara lenta…

El ruido de la metralla se había vuelto tan lejano de repente…

Sarah, impulsada por la explosión pasó como un muñeco de trapo frente a sus ojos, pero no se fijó en ella. El golpe llegó de improviso, y toda su visión quedó así, inclinada, gris, borrosa, frente a él.

El cuerpo de Sarah había quedado tendido junto al suyo, podía ver frente a su cara una de sus manos, inmóvil, como parte del paisaje, como una piedra más. Mas allá, el movimiento se había extinguido, los colores se apagaban, muy rápido, pero a cámara lenta…cuando la oscuridad se adueñó de él, solo el sonido persistente de la metralla lo alcanzaba, cada vez mas seco, más lejano…


La oscuridad era negra, pero se fue tornando, de alguna manera…azul; y el azul, poco a poco, azul claro.

Continuó sin parar, pues apenas sentía ningún cansancio. El azul se iba volviendo mas claro…hasta que se tornó, en un hermoso paisaje de verano o primavera. A su alrededor, solo lo mecía el azul del cielo, con escasas nubes lejanas y blancas…bajo él, se extendía la verde hierba silvestre…cada tallo era muy grande para él. Pero apenas se fijaba en ello, le llamaban más la atención los tonos coloridos de las flores…¿Qué esperar de una mariposa?

Batía sus alas con movimientos rápidos, pero tranquilos, relajados, dejando que el viento le llevara contra nuevos aromas…

El ambiente era fresco, y húmedo. Cuando miró abajo, sobrevolaba muy de cerca un charco, de agua cristalina, para él del tamaño de un extenso lago. Sobre él, a su alrededor, decenas de insectos de todas las formas y colores zumbaban de un lado a otro, disfrutando de la humedad, o posándose en las espigas de las orillas…

Los había de todo tipo: pequeñas mariposas azules, con los bordes de las alas negras, entremezclando sus vuelos; moscones que a nadie molestaban, buscando algo dulzón que llevarse de aquí para allá, majestuosas libélulas de cabeza ovalada y alas cristalinas, con un alargado cuerpo cubierto de pelitos brillantes, ya fueran rojos, verdes o azules…hermosas abejas doradas, atigradas a las que pocos podían superar en velocidad…una de ellas pasó a velocidad del viento muy cerca de él, desprendiendo minúsculas partículas de aromático polen…volaban con el aguijón escondido, pacíficamente.

Descendió lentamente hasta una hoja, muy cerca de un escarabajo que parecía una mariquita exótica.

No se fijaron el uno en el otro: eran muy distintos, pero los dos estaban allí por lo mismo, además, había laguna para todos. ¿Por qué discutir? El escarabajo abrió su caparazón almidonado, y sus diminutas y transparentes alitas de aspecto arrugado, debajo, se agitaron dos o tres veces antes de empezar a moverse tan rápido como para que fuera imposible seguirlas, levantando el peso del escarabajo.

La mariposa lo vio elevarse, y perderse entre la nube de insectos que revoloteaban sin rumbo fijo en contraste con el cielo azul. Tras una pequeña pausa se elevó él también.

Se estaba tan en paz,…tan feliz…la frescura de algo tan simple bastaba de sobra para mantener complacida a una mariposa: Todos eran distintos, pero sus vidas eran igual de cortas, de simples: no les preocupaban cuestiones como por qué ni cuándo…todos eran, simples insectos, al fin y al cabo. ¿Por qué angustiarse?

Poco a poco, tan lentamente que ni siquiera se daba cuenta, el ambiente perdía su humedad; …los zumbidos de los demás bichos se habían ido alejando…de repente, el cielo ya no era azul: se tornaba de un rojizo insistente, penetrante. ¿Por qué? ¿Por qué de repente hacía…tanto calor? El aire se cargaba de una presión sofocante. ¡¡Hacía tanto, tanto, tantísimo calor!! Agitó las alas mas deprisa, intentando alejarse de lo que fuera que lo estaba provocando, pero parecía como si no se moviera del sitio.

De repente, algo enorme, duro y frío calló justo a su lado, casi rozándolo, a poco de aplastarlo. Se apartó agitando las alas torpemente, asustado, formando una pequeña turbulencia. Recuperó el control en un momento, y, consternado, miró abajo. Allí estaba:

Bajo él, había una enorme sartén, que salpicaba aceite hirviendo, y formaba burbujas en la clara de  dos huevos que se freían en él. Dos huevos, que habían caído allí…con cáscara. Antes de que lo comprendiera del todo, otro huevo calló junto a él, y otro…los dos, uno tras otro se estrellaron contra la sartén, quebrándose su cáscara, y salpicando aceite de tal manera que estuvo a punto de alcanzarle a él y a sus frágiles alas…la mariposa voló frenéticamente, desesperada, pero…no podía volar, aún que movía sus alas no la impulsaban, como si algo invisible la retuviese donde estaba. ¡Pero no quería! ¡Quería irse de allí! Un huevo mas calló en la sartén, este estuvo a punto de arrastrarle. Sintió aún mas miedo e intentó escapar de esa tortura…pero ya no volaba: si no que empezó a caer. Al principio muy lento, pero cada vez mas deprisa. Quiso batir sus alas, pero no lo lograba ¿Por qué? Miró arriba, pero ¡Ya no las tenía! ¿Qué podía hacer? ¡Caía! ¡Estaba cayendo! No era mas que otro huevo y acabaría igual que los demás! El calor aumentaba conforme se acercaba el final, ¡No quería acabar…!

Jerry tomó consciencia de sí mismo poco antes de abrir los ojos, confuso. El mundo estaba inclinado contra él. Sintió un dolor desagradable y persistente en la caja torácica al respirar, pero estaba vivo. Estaba vivo. Temblando, tosiendo y sintiéndose sucio, débil y desvalido intentó incorporarse con ayuda de sus brazos; le temblaban, le dolían, pero no vacilaron en dejar su arma atrás, bajo él, donde había caído para ayudarle firmemente a levantarse…

Quedó de rodillas, pestañeó. Le dolía la cabeza, especialmente por un oído, y tenía la cara llena de tierra gris, pero, aún con picor en la garganta, respiraba, algo que el cadáver de Sarah, tendido frente a él no podía hacer. Ella y todo lo que se extendía a su alrededor estaba muerto y triste. Los demás cadáveres, abandonados en el campo de batalla, entre los cuales se le había contado, las armas abandonadas, como olvidadas, en el suelo, pero que podían, cada una de ellas, contar una tétrica historia…

No había mas acción, ni más ruido ni movimiento; ni siquiera la metralla golpeteaba ahora su mente. Todo estaba en silencio.

La sangre seca de su cara, y del cuerpo de Sarah, y de los otros cadáveres, no era un efecto especial de un videojuego, aquellos cadáveres, habían luchado por igual, y con los mismos ideales, ya fueran de un bando o de otro, y por igual habían quedado tendidos allí, sin distinciones. No importaba que el hombre inventara el término <frontera> y considerara suyo o enemigo lo que había a un lado o a otro: solo era una gran extensión de tierra, y de un lado u otro, todos eran hombres…

… todos eran insectos, de un modo u otro…

Jerry no se había dado cuenta de todo aquello hasta que no estuvo a punto de precipitarse contra la muerte, junto a sus compañeros: alistándose en la guerra, no luchaba por nada, solo se cortaba sus alas. Ahora había perdido a sus compañeros. ¿Habría sobrevivido alguno a la mina? ¿Hubiera sido mejor no conocerlos? Seguro que se burlarían si les contase lo que había soñado. Sin una razón es especial, cogió todo el aire que sus doloridos pulmones le permitieron, entrecortadamente, y empezó a llorar, ruidosamente, y en silencio a la vez, por que no había nadie para oírlo. Era, ahora mas que nunca, tierra de nadie.

Lloró, y lloró profundamente mientras el amanecer teñía de tonos naranjas las nubes grises, para tornar el cielo, poco a poco, con un nuevo amanecer, de azul.

Volvía a casa.

Epílogo:
<Mira hijo, ¿Ves este amanecer? Es precioso; y verás muchos mas, pero este, no lo volverás a ver>
Mª Pilar Ramos Camarena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario